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En las páginas de este blog hemos hablado varias veces de destinos culturales, patrimonios arquitectónicos y lugares vacacionales. También hemos contado diversas rutas gastronómicas para realizar en nuestro hermoso país. A rigor de verdad, los destinos turísticos se pueden complementar muy bien con el descubrimiento de las comidas tradicionales españolas. En este artículo, te contaremos sobre un viaje gastronómico para realizar por cuatro destinos empezando en Sevilla. ¿Nos acompañas?

A lo largo de estas páginas, hemos explorado una amplia gama de destinos culturales, destacando el rico patrimonio arquitectónico y sugiriendo lugares vacacionales que invitan a la aventura y al descanso. Pero ¿qué sería de un viaje a España sin sumergirse en su deliciosa y variada cocina? En este artículo, queremos llevarte en un viaje gastronómico por cuatro destinos que comienza en la encantadora ciudad de Sevilla.

La capital de Andalucía, Sevilla, es un punto de partida perfecto para este viaje culinario. Con su encanto histórico y sus vibrantes calles llenas de vida, Sevilla ofrece una introducción perfecta a las comidas tradicionales de nuestro país. Desde el regional gazpacho hasta el exquisito salmorejo, pasando por las tapas más deliciosas que puedas imaginar y el delicioso pringá, esta ciudad tiene algo para satisfacer todos los paladares.

Los destinos turísticos y las experiencias gastronómicas van de la mano en este fascinante país. Este viaje de cuatro lugares es solo una muestra de la riqueza culinaria que España tiene para ofrecer. ¡Prepara tu paladar y un bolso para el recorrido! 

1- Comenzamos nuestro recorrido por Granada

Sin salir de la rica comunidad andaluza, nos embarcamos en un viaje hacia el este, en coche durante unas dos horas y media. Llegamos a nuestro primer destino: Granada. Esta ciudad es un tesoro que resplandece con un pasado árabe que se refleja en cada plato. Su joya más preciada, la Alhambra, atrae a visitantes de todo el mundo con su arquitectura deslumbrante y sus jardines exuberantes.

Pero Granada es mucho más que su famosa fortaleza. Es un festín para los sentidos, especialmente cuando se trata de su deliciosa cocina. Imperdible es realizar un recorrido por bares para ir de tapas. Entre los platos más destacados se encuentran las habas con jamón, un manjar que combina la frescura de las habas con la intensidad del jamón ibérico. Sin embargo, los paladares aventureros también deben probar la tortilla del Sacromonte, una versión única de este clásico español que incorpora ingredientes locales y tradicionales.

Y qué decir del remojón, una ensalada refrescante que combina naranjas, bacalao desmigado, aceitunas y cebolla, creando una explosión de sabores en cada bocado. Para aquellos que buscan una experiencia más auténtica, una moraga de sardinas a la orilla del río Darro es una opción imperdible. También unas berenjenas fritas bañadas en miel de caña, un tributo culinario a la influencia musulmana que aún perdura en la gastronomía granadina.

Granada no solo ofrece una experiencia visualmente deslumbrante con su historia y arquitectura, sino que también deleita los paladares con una gama diversa de sabores que reflejan su rica herencia cultural.

2- Murcia: en la ruta de las comidas tradicionales

Desde Granada, nos embarcamos en un viaje por carretera de tres horas hasta llegar a la encantadora ciudad de Murcia. Con su impresionante catedral y el histórico Real Casino, Murcia es un destino que combina la belleza arquitectónica con una rica tradición culinaria.

Una vez en Murcia, nos sumergimos en un festín de sabores auténticos que reflejan la esencia de esta región. Entre los platos más destacados se encuentra el arroz caldoso, un manjar reconfortante que combina el sabor del mar con la frescura de los ingredientes locales. El zarangollo, una delicia procedente de la huerta murciana, cautiva con su sencillez y su explosión de sabores vegetales.

Pero no podemos hablar de Murcia sin mencionar las tapas, que son una parte integral de la cultura culinaria de la región. Una tapa marinera, acompañada de rosquillas de pan y una deliciosa ensaladilla, nos transporta a las costas mediterráneas con cada bocado.

Para abrir el apetito, una ensalada murciana ofrece una combinación refrescante de tomate, pimiento verde, cebolla, aceitunas y atún, aliñada con aceite de oliva y vinagre. Como plato principal, los michirones, un guiso contundente elaborado con alubias, chorizo y panceta, satisfacen incluso el apetito más exigente.

Ahora pongamos un broche de oro a esta experiencia gastronómica. Los famosos paparajotes, un postre tradicional que combina hojas de limonero rebozadas en una masa de harina, huevo y azúcar, fritas y espolvoreadas con azúcar y canela, crean un contraste de sabores y texturas que deleitan el paladar.

3- Cuenca: arquitectura y entorno natural único

En poco más de tres horas desde Granada, nos adentramos en las tierras de Cuenca y su ciudad encantada en las afueras. Con sus impresionantes casas colgantes y su entorno natural único, Cuenca ofrece una experiencia visualmente impactante que se complementa a la perfección con su deliciosa gastronomía.

En la comunidad de Castilla-La Mancha, la cocina es un arte en sí misma, y Cuenca no es la excepción. Aquí, los sabores tradicionales se entrelazan con la belleza del paisaje para crear una experiencia culinaria inolvidable. Para refrescarnos en los calurosos días de verano, nada mejor que un rico gazpacho, una sopa fría a base de tomate, pepino, pimiento, ajo y aceite de oliva, que deleita con su frescura y su sabor vibrante.

Por otro lado, en los días más fríos del invierno, el morteruelo conquense es la elección perfecta para entrar en calor. Es un paté consistente, elaborado con carne de cerdo, conejo o perdiz, pan, especias y otros ingredientes secretos. Se sirve en una cazuela de barro, lo que nos transporta a las tradiciones culinarias de la región.

Pero la gastronomía de Cuenca no se limita a estas delicias. También es imprescindible probar la atascaburras, un plato humilde pero sabroso hecho a base de patatas, bacalao, ajo y aceite de oliva, que sacia el hambre y reconforta el alma. Los zarajos, elaborados con tripas de cordero enrolladas y asadas a la parrilla, son otra especialidad local que merece la pena probar.

Como postre, nada mejor que el alajú, un dulce de origen árabe que combina miel, almendras y otros frutos secos, creando un sabor exquisito y una textura irresistiblemente suave.

4- Zaragoza: herencia cultural con variedad de comidas tradicionales

Nuestro próximo destino nos lleva a la histórica ciudad de Zaragoza. Esta ciudad, orgullosa de su impresionante basílica de Nuestra Señora del Pilar y de su rica herencia cultural, también nos invita a descubrir su exquisita gastronomía.

Una visita a Zaragoza no estaría completa sin deleitarse con el ternasco al horno con patatas, uno de los platos más emblemáticos de la región. Es un cordero lechal asado lentamente en el horno hasta que alcanza una textura suave y jugosa. Se sirve acompañado de patatas doradas y crujientes, creando una combinación que seduce a los paladares más exigentes.

Las migas aragonesas son otro plato que merece ser probado. Son elaboradas con pan duro desmigado, aceite de oliva, ajos, pimientos y, en ocasiones, uvas o trozos de melón para darles un toque dulce y fresco. Estas migas son un festín para los sentidos que refleja la sencillez y la autenticidad de la cocina aragonesa.

Para aquellos que prefieren las carnes, tienen en el lomo a la zaragozana una opción deliciosa. Este plato, elaborado con lomo de cerdo marinado en especias y vino blanco, se cocina lentamente hasta que la carne queda tierna y jugosa. Se sirve con una salsa sabrosa que realza su sabor. Y para acompañar estas delicias, unas borrajas -una verdura de temporada en Aragón- son la elección perfecta. Se cocinan con patatas en un guiso suave y reconfortante que complementa a la perfección los sabores intensos de los platos principales.

Continuaremos con esta ruta gastronómica hacia las comidas tradicionales de otras ciudades muy pronto en una segunda parte de este artículo. ¡Estate atento y prepara tu apetito!

Luego de leer este artículo, nos interesaría mucho conocer tu opinión acerca de las comidas tradicionales españolas en un recorrido por cuatro destinos. Puedes compartirla con nosotros desde la sección “Comentarios” de nuestro Blog.

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Desde Oi Realtor queremos recomendarte un espectacular recorrido de fin de semana para que puedas disfrutar de las vistas del mar desde estos excepcionales miradores. A lo largo de los cientos de kilómetros de la costa catalana, encontrarás unos veinte faros que todavía siguen en pie. ¡Sigue leyendo!

Los faros han sido un vigía incansable a lo largo de los años y han servido para defender la costa de invasores, avisar de peligros y guiar a los marineros durante la noche y a través de la niebla.

Estos siguen custodiando el mar a pesar del paso del tiempo y, aunque hoy en día ya no tienen esa función, se han integrado perfectamente en el paisaje. Algunos se han convertido en alojamientos turísticos, otros en museos y en centros de interpretación de la vida marinera.

En la costa catalana todavía permanecen en pie unos veinte faros, desde el Cap de Creus hasta las costas del delta del Ebro, todos ellos constituyen miradores excepcionales. A continuación, te proponemos un recorrido de fin de semana para que conozcas los más destacados.

El faro de S’Arenella

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Si empiezas el recorrido por el norte, debes dirigirte a la Costa Brava, específicamente al Port de la Selva. Este es un pueblo marinero que todavía mantiene un aire tradicional, donde las casas son bajas y están pintadas de blanco. Su costa está llena de acantilados y pequeñas calas escondidas.

Si sigues el camino de ronda de unos 6 kilómetros (ida y vuelta) llegarás hasta el faro de S’Arenella. Este fue construido en 1913. Allí disfrutarás del espectacular paisaje azotado por la tramontana.

A continuación, puedes seguir el camino hasta Cadaqués, una bonita localidad en la que destacan las casas blancas con tejados rojos y sus estrechas calles de piedras, con balcones llenos de flores.

Faro de Cap de Creus

A poca distancia, se encuentra el faro situado más al este de la Península Ibérica: el de Cap de Creus. Se halla a unos 400 metros del mar y a una altura de 75 metros sobre un acantilado.

Esta edificación ha sido muy importante, pues el fuerte viento y el oleaje han moldeado el paisaje agreste. Esta área es muy peligrosa para la navegación. Actualmente, se ha convertido en una oficina de información del parque natural Cap de Creus.

Faro de Sant Sebastià

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En Palafrugell, encontrarás el Conjunto Monumental de Sant Sebastià de la Guarda, formado por los restos del yacimiento íbero de los indiketas del siglo VI a.C.

En este lugar hay una torre de vigilancia llamada “Torre de Guaita”, la cual data del año 1445. Su finalidad era defensiva, durante la época los piratas. También, encontrarás una ermita y una hospedería, que hoy en día es un hotel de lujo, de estilo barroco, en la parte baja de la torre.

Además, hallarás el faro más potente del litoral de la península, el de Sant Sebastià. Fue construido en 1857 y está situado a 167 metros de altura sobre el nivel de mar, con una proyección de luz de 50 millas (100 kilómetros).

Faro de Tossa de Mar

Debes seguir hacia sur hasta llegar a Tossa de Mar, donde se encuentra el único ejemplo de población medieval fortificada que todavía existe en la costa catalana: la Vila Vella (barrio viejo). Allí se encuentran casas de piedra rodeadas de la muralla medieval y tres grandes torres cilíndricas.

En el punto más alto se alza el faro de 1919, sobre un acantilado. Justo al lado, se ubica el Centre d’Interpretació dels Fars de la Mediterrània, un museo en el que se muestran los detalles de la forma de vida de los fareros. Además, cuenta con un bar con terraza y mirador, desde donde tendrás unas vistas espectaculares.

Faro Punta Galera

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A continuación, debes dirigirte hacia la Costa Daurada para llegar a Torredembarra y al faro Punta Galera. Este fue el último en construirse en España, en el año 2000. Es el más alto de Cataluña, con una torre de 38 metros sobre un acantilado.

El casco antiguo de la villa conserva algunos edificios de gran riqueza arquitectónica y artística, como el castillo de los Icart, actual sede del Ayuntamiento, del Renacimiento catalán. También, conserva algunos restos de la muralla del siglo XVII y la torre de la Vila del siglo XII o XIII, de estilo mudéjar.

Faro de Salou

El faro de Salou destaca por su entorno natural. Se encuentra rodeado de pinos, jardines y vegetación silvestre. Ofrece unas impresionantes vistas desde el acantilado. Fue inaugurado en abril de 1858 y se puede acceder a través de un camino de ronda de 6,5 kilómetros que recorre el litoral, desde la zona de Pilons hasta el cabo de Salou. Irás pasando por una serie de calas y playas de belleza única.

Faro de la Punta de la Banya

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Por último, para terminar el recorrido, podrás visitar el faro de La Punta de la Banya, situado en la península dels Alfac, unida a Sant Carles de la Ràpita por el istmo del Trabucador. Este se encuentra dentro del parque natural del Delta del Ebro, la zona húmeda mayor de las tierras catalanas.

El faro se erigió en 1978, es de hormigón con bandas blancas y negras y tiene 26 metros de altura. Para llegar, hay que caminar unos 6 kilómetros de ida y vuelta desde la playa de la Marquesa. Es de acceso restringido, menos durante el verano.